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Liberalización de contenidos: más derechos para los usuarios, retos para la industria

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Mabel Klimt analiza la normativa europea que liberaliza el acceso a las suscripciones a plataformas audiovisuales

Este mes ha entrado en vigor la normativa europea que liberaliza el acceso a las suscripciones a plataformas audiovisuales (HBO, Amazon o Netflix), de música (Spotify) y videojuegos dentro de los países de la UE.

Se trata de un paso más, de muchos otros, como ha sido la eliminación del 'roaming' para las comunicaciones telefónicas, dentro de la llamada Estrategia para el Mercado Único Digital (DSM) adoptada ya en mayo de 2015 y que se basa en tres pilares: mejorar el acceso de los consumidores y las empresas a los bienes en línea, facilitar un entorno en el que puedan prosperar las redes y los servicios digitales y, en tercer lugar, garantizar que la economía, la industria y el empleo europeos se beneficien plenamente de la digitalización, considerándola como uno de los principales motores del crecimiento económico.

De cara al consumidor y al estado de los avances tecnológicos en general, la medida no puede ser ni más oportuna ni más positiva. La necesidad de incorporar este tipo de medidas es innegable.

Sin embargo, para la industria de producción de contenidos, la decisión es una gran revolución. Un cambio de paradigma y una cuota adicional de incertidumbre, en un mercado ya de por sí terriblemente competitivo y sometido a permanentes crisis y presiones frente a cambios reiterados y persistentes del modelo productivo.

Ponemos como ejemplo al cine, donde la magnitud del cambio se ve con una claridad meridiana. Desde sus inicios, a principios del siglo XX y hasta ahora, el modelo de negocio del cine se ha basado en el fraccionamiento de los derechos y en la concesión de exclusividad.

Así, el propietario de los derechos podía obtener ingresos por la concesión de una autorización (licencia) para la explotación de una película en salas de cine, en un territorio, en un periodo concreto, y luego otros ingresos por la explotación de la misma película también en salas de cine en el mismo periodo pero en otro territorio, o en el mismo territorio pero en otro periodo. La maximización de este esquema (las llamadas 'ventanas de explotación') era la clave del éxito y de la rentabilidad de la producción, cuando no de la recuperación de los mismos costes de la producción, que en no pocas ocasiones se consigue con descuentos anticipados de esas futuras ventas.

Si ahora la normativa obliga a la libre disponibilidad en el acceso de manera que el consumidor pueda acceder a sus contenidos desde cualquier país de la Unión, resulta requisito inexcusable que, previamente, la plataforma de contenidos haya adquirido los derechos necesarios para la explotación de esos contenidos en todos esos territorios.

Para ello, la normativa articula mecanismos que permiten que las autorizaciones de explotación se entiendan concedidas para todo el territorio europeo (de otra manera, no sería posible cumplir con la premisa de liberalización), pero esto supone que el modelo de negocio debe cambiar. Una licencia paneuropea no puede sustituir económicamente hablando a un conjunto de licencias territoriales, y, además, no debería. Justamente porque como parte de la democratización en el acceso a los contenidos, el precio necesariamente debe escalarse y reducirse.

Por eso hablamos de cambio de paradigma. El esquema de recuperación de costes de las producciones 'a posteriori' (que, como decimos, en el cine, es la regla prácticamente general) puede no ser sostenible en el corto plazo con este nuevo esquema.

Es verdad que el paquete normativo establece ciertas medidas pensando en la industria, como pueden ser la creación de normas que simplifiquen y agilicen la obtención para algunos servicios en línea prestados por las entidades de radiodifusión y servicios de retransmisión, un nuevo mecanismo de negociación que facilite la celebración de acuerdos de obtención de licencias para difundir obras audiovisuales a través de plataformas de vídeo a la carta (VoD) o medidas para abordar la falta de visibilidad y las barreras lingüísticas, dos factores que obstaculizan el acceso de los usuarios a las obras europeas.

La cuestión es saber si dichas medidas serán suficientes y efectivas. Si la industria podrá reconvertir su modelo de negocio con la rapidez suficiente y salir indemne del trance. En un momento de oro para la generación de contenidos, esperamos que así sea, y se encuentre el tan ansiado balance creador-industria-consumidor que garantice la viabilidad del modelo a largo plazo.

 

Para más información, puede contactar con:

Mabel Klimt

mabel.klimt@AndersenTaxLegal.es

 

Puedes leer la notícia en El Confidencial

 

 

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