La reciente sanción impuesta a la compañía Netflix por la Autoridad Holandesa de Protección de Datos (DPA) ha puesto de nuevo en el centro del debate la importancia de contar con una política de privacidad clara, accesible y completa. Con una multa de 4,75 millones de euros por no informar adecuadamente a sus usuarios sobre el manejo de sus datos personales, el caso refuerza una realidad ineludible: las empresas no pueden tratar la privacidad como un simple trámite legal, sino como una obligación para garantizar los derechos de los ciudadanos.
La gestión de la información personal es un tema sensible que va más allá de cumplir con una normativa. La falta de transparencia no solo puede derivar en sanciones económicas, sino que también deteriora la confianza del público en las plataformas digitales. La privacidad es un derecho fundamental, y para protegerlo es imprescindible contar con políticas de privacidad claras que expliquen, sin ambigüedades, qué datos se recopilan, con qué propósito, con quién se comparten y cuánto tiempo se conservan.
Las empresas tienen la responsabilidad de garantizar la transparencia en el tratamiento de los datos personales de sus usuarios, en cumplimiento con el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD). En particular, deben informar de manera clara sobre la elaboración de perfiles y la posible comunicación de estos datos a terceros. Aunque la información personal como el historial de navegación o visualización puedan parecer inofensivos, en realidad poseen un gran valor comercial y, en algunos casos, pueden incluir información sensible que requiere una mayor protección, como información referente a la orientación sexual, hábitos de consumo, preferencias ideológicas, etc.
El uso de perfiles basados en el comportamiento digital de los usuarios permite personalizar la publicidad, mejorar la experiencia del cliente y es una importante fuente de ingresos para multitud de empresas digitales. Sin embargo, también conlleva desafíos en términos de privacidad y control sobre la información personal. Por ello, el RGPD establece derechos para los interesados, incluyendo el derecho de acceso, rectificación, supresión y oposición al tratamiento de sus datos. No obstante, en la práctica, muchas empresas no logran garantizar el ejercicio efectivo de estos derechos, como evidenció la investigación sobre Netflix, que señaló dificultades en la respuesta a las solicitudes de información de los usuarios.
Para evitar sanciones y fortalecer la confianza del consumidor, las empresas deben fomentar una cultura de privacidad y adoptar medidas que garanticen la transparencia y el control de los datos por parte de los usuarios. Esto implica disponer de políticas de privacidad accesibles, claras y actualizadas, que no se limiten a ser documentos complejos que los usuarios aceptan sin leer, sino herramientas efectivas que faciliten la comprensión y gestión de la información personal.
Con la llegada de la Inteligencia Artificial y las decisiones automatizadas, el marco regulatorio europeo ha reforzado la protección del derecho a la información de los interesados. La reciente Sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea de 27 de febrero de 2025, en el asunto C-203/22 (Dun & Bradstreet Austria), establece que no basta con informar sobre el algoritmo utilizado en la toma de decisiones automatizadas, sino que las empresas deben describir el procedimiento y los principios concretos aplicados para que los interesados conozcan qué datos se han utilizado y cómo se han utilizado en la adopción de la decisión automatizada.
En este contexto, garantizar el cumplimiento normativo no solo es una obligación legal, sino una oportunidad para fortalecer la seguridad jurídica y el valor de marca. Implementar buenas prácticas en la gestión de datos y protección de la privacidad refuerza la confianza del cliente y aporta una ventaja competitiva en un mercado cada vez más exigente en términos de ética y transparencia.

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